HAWAii

19/12/2023

Hawaii era divertida, tierna, graciosa. Se metía dentro del edredón contigo para dormir haciando la cucharita. Cuando llegabas a casa, se subía al barreño que hay encima de la lavadora y te hacía fiestas porque estaba felicísima. Se sentaba en mi regazo mientras teletrabajaba y se quedaba dormida. Te lamía hasta empaparte todo el jersey. Se le empequeñecían las pupilas al sol y brillaba un verde precioso en sus ojos. Maullaba su propio nombre cuando no le hacías caso. Le tirabas una goma y te la devolvía como un perrito alocado. Cuando estabas triste, siempre acudía a tu encuentro y se quedaba tumbada a tu lado. Quería a todo el mundo, y confiaba en todo el mundo. Correteaba por la casa y maullaba cuando jugabas a esconderte detrás de una pared. Vivió conmigo casi 9 años, y fue mi compañera más constante cuando pasé algunos de los peores momentos de mi vida. Me alegró el corazón con su presencia, sin pedir nada a cambio. No fue rencorosa ni agresiva nunca. Solo me ofreció amor, cariño y compañía. Hecho de menos muchísimo poder tocarla, besarla, acariciar su pelo suavísimo. Mirarle la carita y decirle cuánto la quiero. Me tranquiliza saber que no sufre ahora, y que con el tiempo la recordaré con paz y con amor, sin sentir esta tristeza punzante que me atraviesa. Hawaii fue la gata que me enseñó a amar a los gatos. Que me demostró un amor desapegado, real, sin ansias. Que me enseñó a darle amor cuando quería ella, y no cuando quería yo. Fue mi primer gran amor animal en mi adultez y en mi independencia, mi primera responsabilidad y mi verdadera amiga. Voy a quererte siempre, con toda mi alma. Tienes mi corazón entero estés donde estés. Te quiero, compañera. Gracias por enseñarme a querer de una forma tan pura, tan despegada, tan sincera. Estaré aquí cuando necesites un cariñito, un abrazo tierno. Mi regazo estará siempre dispuesto a recibirte.